esa presencia que no tiene rostro. ni siquiera gestos de alegría o tristeza, esa huella de paso por las nervaduras que esconden los alambres. se pudiera dividir otra vez absurdamente ese dibujo y la mañana que une caprichosa en probar la dupla de los nombres. Si ese disco en vez de ochenta minutos durara veinticuatro horas para no tenga que existir la acción de prenderlo, otra vez, porque suena como el roce de un pecho y una boca, el click de unir cara con voz. Poco importa lo que paso hasta ahora, hablar de las mismas cosas. Vaya y vuelva. ir y volver. las partidas los regresos. unir voz con ojos. mano con cachete. sonrisa con nariz. desborde de creciente por oír los sueños alumbrarse la comida. mandar cada mes un mensaje para mirar la luna. las cuotas con las que se llega tienen intereses que dejan en deuda. En deuda siempre, por ser los jardines tan hermosos, y esos dos, tan poco dioses, caminando, mirándose, interrumpiendo el trayecto del rocio.
miércoles, 17 de octubre de 2007
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