lunes, 21 de abril de 2008

Es una mesa. Son dos sillas. Es un árbol. son mil setecientas cuarenta y nueve raíces, ramificadas en hilitos de sombra.

hay espinas. Un tarro de yerba. Una, dos, tres, cuatro, manos. Una bola de dedos entrelazados, una bola orgánica, mutante, de veinte dedos que hierven, se rozan, se enganchan, se pegan, se miden el espesor, el amor, la temperatura. Es una masa de tierra, como un barro de besos, una pasta tosca llena de arenitas, los ojos cuelan, ofician de tamiz, van separando piedras cosas de ser, quedan las grandes expectativas allá, las cosas pequeñas como son, allí, bien cerca, del puente que une el túnel de un oído, con el eco abarcador de la palabra ahora. Es una mesa, después más tarde, la barca donde caen las muertes imperceptibles, violetas del otoño.

Hay un mate, un encuentro de dos, que si decimos ojos es un encuentro de cuatro, que si decimos corazón es un encuentro de mundos, que si decimos pecho es un encuentro de pieza de ajedrez, su sitio en el tablero. Es un encuentro de dos, que si decimos nombres, se le ocurre repetir al viento, todos los movimientos que arman escaleras, para amasar nubes.

3 comentarios:

luks dijo...

se extrañaba la saga e y f
al fin retorno!

emd dijo...

mientras haya un mate, siempre habrá un encuentro

Joti dijo...

misma acotación que anonimaux.Y amé el final ese que le diste, con las sumas y las posibles (seguras,seguras) multiplicaciones de los encuentros.
=)

fransuá y estela